¿Y qué si me enganché? ¿Y qué si me enganché con algo que en realidad nunca existió, que siempre fue ilusión mía?
Desgraciadamente, para mí y para muchas personas con el mismo nivel de creatividad y sentimentalismo, es casi imposible evadir el enganche. Lo único que necesito es que me den un poco de bola para terminar imaginando el casamiento, los hijos, la casa en la costa y el regalo del primer aniversario. Y el problema es que capaz la cosa quedaba en algo de dos o tres noches pero a mí nunca me alcanza. Creo que cuando a uno le gusta (o mínimo, interesa) una persona, nada de lo que se tiene en ese momento es suficiente.
Pero, ojo, mi imaginación y yo sólo nos hacemos parcialmente responsables del famoso enganche. El resto se lo agradecemos a Disney y a Cris Morena por criarnos creyendo en algo que con los años se deformó (si es que alguna vez existió). Porque al final, no tengo ni beso bajo la lluvia ni declaración de amor eterno ni nada medianamente parecido a lo que me prometieron toda la vida.
Pero, más que nada, le echo la culpa a él por darme bola. Por todos los chamuyos y sonrisas que prometían más de lo que cumplieron y que inevitablemente encendieron mi imaginación.
Por todo eso y porque es más fácil culpar al resto del mundo que aceptar que terminé cayendo en el mismo enganche de mentira.
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