Siempre tuve un tipo de obsesión con los ojos, las miradas en particular. Siempre me sorprendió lo mucho que se puede transmitir con mirar a una persona a los ojos un segundo. A veces ni siquiera es necesario conocer a la persona para ver alguna de las tantas cosas que le puede estar cruzando por la cabeza en ese momento.
Alcanza con mirar a una amiga para saber que piensa lo mismo que vos respecto al comentario totalmente fuera de lugar que acaba de mandar una de las chicas en el curso.
Alcanza una mirada cómplice con la compañera de banco para saber que ninguna de las dos entendió un carajo de lo que acaba de explicar la profesora porque las dos estaban en cualquiera.
Alcanza con cruzar los ojos con una persona en la calle para saber que esta llegando tarde a algún lado o que se olvidó algo de suma importancia en la casa.
Alcanza con quedarse mirando a un pibe más de cinco segundos para saber que los dos piensan aproximádamente lo mismo.
Alcanza con mirar al tipo en el colectivo que escucha música a todo lo que da para hacerle entender que o se pone auriculares o lo apaga.
Obviamente este sistema no siempre funciona. A veces pensamos que sabemos qué es lo que la otra persona esta pensando y capaz nada que ver. Pero supongo que lo bueno de las miradas es que cada uno interpreta lo que quiere y que, la mayoría de las veces, eso que cada uno interpretó no se pone en común. Es decir, que uno nunca va a saber si eso que creyó leer en los ojos de la otra persona era cierto o no. Uno nunca va a saber si lo que leyó la otra persona en sus propios ojos, era lo que en realidad estaba pensando. Pero, en la mayoría de las miradas, casi siempre podemos ver un brillo, podemos sentir un algo que nos asegura que lo que pesamos respecto a esa mirada y a lo que esa persona piensa es cierto. Esa conexión que hacemos con la otra persona.
Capaz a la persona no la viste nunca en tu vida y, muy probablemente, no la vuelvas a ver más. Pero, por esos segundos que dura la mirada es como si de repente la conocieras y pudieses entender como es y como se siente.
Capaz a la persona la conocemos de toda la vida y se hace más fácil entender que es lo que te transmite con la mirada. Ya ni es necesario usar la voz porque con los ojos alcanza.
¿Soy la única que encuentra totalmente fascinante como una persona puede hablar con otra sin emitir ni un sonido? ¿Sin decir ni una palabra?
E incluso aunque esa interpretación de la mirada sea errónea, nos deja algo y eso vale igual. Hay miradas que te ayudan a respirar, miradas que te ahogan, miradas que acompañan, miradas cómplices, miradas comprensivas, miradas que enamoran, miradas que matan, miradas arrepentidas y miradas seguras. Son infinitas las opciones así como son infinitas las cantidades de personas con las que cruzamos miradas a lo largo de nuestra vida.
Cada día creo más que los ojos son las puertas del alma. Cada vez que mirás a alguien a los ojos, esa persona te deja algo de sí mismo y vos le dejás algo tuyo. Sin importar cuán miserable o carente de importancia podamos creer que sea. La persona te deja un pedacito de su ser y vos le das uno tuyo a cambio. Cuando mirás una persona a los ojos no importa más nada. Son los dos lo mismo. Somos todos lo mismo.
Y eso es lo que me resulta más fascinante.
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