jueves, 2 de marzo de 2017

Terminar también es empezar

Agarro una hoja. Escribo cosa por cosa todo lo que dejo atrás este año. Todo lo que venció o vence antes del 31 de Diciembre inclusive. El secundario, amistades, ese enganche sin nombre, actitudes. Todo. 

Son las 23:59 de un 31 de Diciembre y viajes al año que viajes, en el fondo es el mismo. Pudo haber sido un año excelente o uno de mierda, pero cuando se termina y miramos para atrás la melancolía está siempre. Porque a la distancia las cosas malas no parecen tan malas y lo bueno siempre se extraña. Es un sentimiento horrible, el extrañar, el querer algo que tuviste pero no tenes más. Y que no siempre volvés a tener. Duele en el estomago y en la garganta, la impotencia de lo rápido que pasa el tiempo y como las cosas pasan casi sin que uno se de cuenta. 

Son las 00:00 de un 1 de Enero y buscate el año que quieras pero el sentimiento ya es distinto. Es casi renovador. Tener 365 días por delante. Es incierto, sí, como la mayoría de las cosas nuevas. Pero es una oportunidad, una oportunidad de hacer las cosas de forma distinta. De ser mejor. De ser un poco más feliz. Es un sentimiento que sólo se siente en ese minuto de ese día particular, cuando sentís que tenés todas las oportunidades del mundo y todo por delante. Como empezar de vuelta. Una hoja en blanco para ser lo que a uno le sale mejor.

Doblo la hoja y la guardo en ese lugar por donde uno busca sólo de vez en cuando. Para olvidarme de que existe, para sorprenderme. Para que en algunos días, algunos meses, pueda encontrar el papel y ver todo eso que dejé atrás. Para felicitarme por avanzar y para lagrimear un poco por esas cosas buenas que se fueron y que uno no deja de extrañar nunca, sólo que no lo piensa. 

Para no olvidarme, más que nada. Porque el año se termina y empieza otro con todas las oportunidades. Porque un final viene siempre con un principio nuevo.

Terminar duele pero vale la pena, porque lo que sigue después casi siempre es mejor. Porque todo pasa, pero al final de cuentas, eso que se vuelve parte de uno. Y así, se hace eterno en nosotros.

-Porque nunca es demasiado tarde para una reflexión de fin de año-

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