miércoles, 6 de septiembre de 2017

Mirá al cielo

En el secundario tuve a un profesor que en una de esas clases que te enseñan a perder el tiempo más que otra cosa, nos dijo que sólo podíamos considerar a un día como perdido si no mirábamos al cielo aunque sea una vez. Y me terminó enseñando más de lo que podría haber hecho en cualquier clase normal de historia.

Desde ese día, obviamente, intentaba mirar al cielo aunque sea una vez. Pero después, con las idas y venidas, esa carrera constante que representa la vida, empecé a perder el hábito y caí de vuelta en esa realidad dónde el cielo no es protagonista sino simple escenografía.

Pero a veces me acuerdo de esa clase y dejo de correr dos segundos para mirar al cielo y darme cuenta. Sentir el viento, escuchar todos los ruidos y hasta pensar que el cielo nunca había estado tan celeste antes. Respirar profundo y seguir.

Creo que todo el mundo debería hacerlo. Tomarse dos segundos para dejar de correr y estar. Caminar y disfrutar de caminar. Sin correr tanto porque al final de la carrera no hay una meta y millones de trofeos, hay un cajón y muy poco cielo celeste como el de hoy. El premio no está en el final, es el camino.

Asi que sí, dejá de correr para llegar. Si vas a correr, que sea por el placer de sentir el viento en la cara. Cada tanto frená, sentate, o caminá y mirá todo lo que haya para mirar. Sentí todo lo mejor que puedas y siempre que puedas.

Porque la carrera no se corre para llegar al final. No se corre para ganar. Se corre por el placer de correr, porque total a la meta llegamos todos.

Y lo importante está sólo en aprovechar el camino. En frenar aunque sea dos segundos por día y mirar al cielo para acordarte de todo eso. Para acordarte de que todo pasa y que después probablemente sigas corriendo y cambiando pero el cielo está ahí, siempre constante. Y siempre esperando a que lo mires para recordarte que estás vivo y que lo que importa es eso.

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