No te quiero querer más. Porque con vos es siempre lo mismo. Y lo mismo aburre y cansa. En este caso también duele.
No sé por qué no me di cuenta antes. Capaz porque me da demasiado miedo admitir que en el fondo me cuesta soltarte. Porque aunque me hagas mal, me hace bien que estés ahí. Siempre presente en el limbo constante de mis afectos.
Aunque ya ni siquiera estoy segura de quererte de verdad. Me parece que te quiero por costumbre. Costumbre de escuchar tu nombre y levantar la cabeza, costumbre de escuchar a alguien con voz parecida a la tuya y darme vuelta a buscarte, costumbre de que me dejes quererte sin quererme de vuelta.
Te quiero porque, ¿por qué no lo haría? Te quise y te busqué por tanto tiempo que ya ni siquiera sé quién soy si no te quiero.
Soy como un albúm vacío que no se entiende por incompleto. Y vos, obviamente, sos una figurita. De esas que uno busca por muchísimo tiempo y compra paquetes en mil lugares distintos con el simple objetivo de encontrarla. Y a la larga te encontré, y me gustaste tanto que ya no me importaba llenar el albúm, sólo me importaba esa figurita.
Di tantas vueltas para encontrarte, que en todo ese laberinto me fui perdiendo a mí. Me perdí y me olvidé que lo importante no es la figurita, sino el álbum. Porque vos sos solamente una figurita repetida mil veces, pero todavía me faltan otras miles y el objetivo no es tenerte.
Entonces no quiero quererte más. Porque figurita repetida no completa álbum y confío en que, si dejo de buscar la misma figurita, pueda encontrar las que me faltan para estar un poco más cerca de completar el albúm. Y, no sé, si tengo suerte capaz ahí me pueda volver a encontrar a mí.
"Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada" -Eduardo Galeano
sábado, 26 de noviembre de 2016
sábado, 19 de noviembre de 2016
Porque a saltar al vacío se animan pocos
Mi abuela siempre fue de esas mujeres lindas que iba por la vida enamorando a más de uno. Tenía varios pretendientes, de todos los tipos. Pero a ella nunca le interesó. Se jactaba mucho en eso pero realmente no le importaba demasiado. Porque ella tenía claro lo que quería. En realidad, tenía claro a quién quería.
Mi abuelo. Uno de los varios pretendientes, aunque el que tenía las menores oportunidades de lograr algo. Familia de clase media baja, pero con una personalidad y un encanto único.
A la larga, se casaron y nacieron mi tía y mi papá. Mis abuelos trabajaban y sus hijos los ayudaban después del colegio. No tenían una vida lujosa pero vivían bien y con eso alcanzaba.
Los años pasaron, algunos mejores que otros, pero juntos. En algún momento determinado mi tía y mi papá se recibieron y empezaron a trabajar, a formar su propia vida. No sabría decir si fue en ese momento, antes o después, pero mis abuelos se distanciaron. Él nunca perdió ese toque de mujeriego y ella se moría porque no podía perder ese amor que la ataba a mi abuelo. Se terminaron separando porque para que las cosas funcionen necesitan amar los dos.
Mi papá y mi tía se casaron y mi abuelo seguía paseando para ver a quién conquistaba esa vez. Nacimos mis primos y yo, y mi abuela nunca superó a mi abuelo. Para ella, él era su único amor y siempre que estábamos juntas me contaba cuánto lo extrañaba y lo mucho que lo odiaba por extrañarlo de esa manera. Lo mucho que lo odiaba porque decía que era culpa de él, que ella no pudiera haber rehecho su vida.
Siempre que habla de él, lo llora. Lo llora porque es el amor de su vida, el amor que nunca la quiso tanto como ella a él y lo sabe. Lo llora porque sabe que ama a alguien que se quería más a si mismo, y porque ella había dado todo por él mientras que él no le supo dar lo mismo. Capaz no por falta de amor, pero simplemente porque hay personas que no saben como dar todo por alguien.
Mi papá repitió la historia de mi abuelo. Se casó, se separó y le rompió el corazón a mi vieja que lo lloró por años. A diferencia de mi abuela, mi mamá lo superó. Rehízo su vida y hoy es más feliz que lo que podría haber sido con mi papá, porque no eran compatibles. Porque a veces no importa la cantidad de veces que uno intente hacer que las cosas funcionen, no siempre salen como queremos.
Desde chiquita vivo asustada. Asustada de repetir la historia que ya se repitió una vez. Asustada de repetir el papel de mujer que ama demasiado a alguien que nunca daría lo mismo. Asustada de amar tanto a una persona que no pueda ser capaz de avanzar con mi vida. Asustada de ser la que ama con más fuerza.
Es un miedo sin fundamento, ya sé. No voy a repetir la historia de mis abuelos o de mis viejos por el simple hecho de que a ellos les pasara. Pero me puede pasar, porque así como les pasó a ellos, les pasa a montones de personas. Y honestamente no quiero.
No me da miedo amar en sí, tampoco es algo que pueda controlar. Creo que el miedo está en que no me quieran tanto como yo quiero, o en que simplemente no estén dispuestos a sacrificarse por estar conmigo. Pero eso tampoco lo puedo controlar. Porque, en realidad, en el amor uno no controla nada.
Cuando amas a alguien lo haces sin pensarlo, y saltas al vacío confiando en que la otra persona salte con vos. Y pasa. A veces sos el que se lanza primero y a veces no. A veces te acobardas y no te lanzas o se acobarda el otro. Y a veces, muy de vez en cuando, te lanzas al mismo tiempo que la otra persona. Nunca podés saber y no se puede evitar.
Pero supongo que el amor es eso. Es saber superar todo ese miedo a repetir historias y a amar con más fuerza, y lanzarse. Confiar en que va a salir bien, incluso conociendo de memoria todas las formas en las que puede salir mal.
Mi abuelo. Uno de los varios pretendientes, aunque el que tenía las menores oportunidades de lograr algo. Familia de clase media baja, pero con una personalidad y un encanto único.
A la larga, se casaron y nacieron mi tía y mi papá. Mis abuelos trabajaban y sus hijos los ayudaban después del colegio. No tenían una vida lujosa pero vivían bien y con eso alcanzaba.
Los años pasaron, algunos mejores que otros, pero juntos. En algún momento determinado mi tía y mi papá se recibieron y empezaron a trabajar, a formar su propia vida. No sabría decir si fue en ese momento, antes o después, pero mis abuelos se distanciaron. Él nunca perdió ese toque de mujeriego y ella se moría porque no podía perder ese amor que la ataba a mi abuelo. Se terminaron separando porque para que las cosas funcionen necesitan amar los dos.
Mi papá y mi tía se casaron y mi abuelo seguía paseando para ver a quién conquistaba esa vez. Nacimos mis primos y yo, y mi abuela nunca superó a mi abuelo. Para ella, él era su único amor y siempre que estábamos juntas me contaba cuánto lo extrañaba y lo mucho que lo odiaba por extrañarlo de esa manera. Lo mucho que lo odiaba porque decía que era culpa de él, que ella no pudiera haber rehecho su vida.
Siempre que habla de él, lo llora. Lo llora porque es el amor de su vida, el amor que nunca la quiso tanto como ella a él y lo sabe. Lo llora porque sabe que ama a alguien que se quería más a si mismo, y porque ella había dado todo por él mientras que él no le supo dar lo mismo. Capaz no por falta de amor, pero simplemente porque hay personas que no saben como dar todo por alguien.
Mi papá repitió la historia de mi abuelo. Se casó, se separó y le rompió el corazón a mi vieja que lo lloró por años. A diferencia de mi abuela, mi mamá lo superó. Rehízo su vida y hoy es más feliz que lo que podría haber sido con mi papá, porque no eran compatibles. Porque a veces no importa la cantidad de veces que uno intente hacer que las cosas funcionen, no siempre salen como queremos.
Desde chiquita vivo asustada. Asustada de repetir la historia que ya se repitió una vez. Asustada de repetir el papel de mujer que ama demasiado a alguien que nunca daría lo mismo. Asustada de amar tanto a una persona que no pueda ser capaz de avanzar con mi vida. Asustada de ser la que ama con más fuerza.
Es un miedo sin fundamento, ya sé. No voy a repetir la historia de mis abuelos o de mis viejos por el simple hecho de que a ellos les pasara. Pero me puede pasar, porque así como les pasó a ellos, les pasa a montones de personas. Y honestamente no quiero.
No me da miedo amar en sí, tampoco es algo que pueda controlar. Creo que el miedo está en que no me quieran tanto como yo quiero, o en que simplemente no estén dispuestos a sacrificarse por estar conmigo. Pero eso tampoco lo puedo controlar. Porque, en realidad, en el amor uno no controla nada.
Cuando amas a alguien lo haces sin pensarlo, y saltas al vacío confiando en que la otra persona salte con vos. Y pasa. A veces sos el que se lanza primero y a veces no. A veces te acobardas y no te lanzas o se acobarda el otro. Y a veces, muy de vez en cuando, te lanzas al mismo tiempo que la otra persona. Nunca podés saber y no se puede evitar.
Pero supongo que el amor es eso. Es saber superar todo ese miedo a repetir historias y a amar con más fuerza, y lanzarse. Confiar en que va a salir bien, incluso conociendo de memoria todas las formas en las que puede salir mal.
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