Los hospitales siempre me parecieron los lugares más irónicos del mundo.
En un hospital te pueden diagnosticar una enfermedad terminal o te pueden confirmar que los pasajeros del accidente automovilístico se salvaron. Te podés encontrar a parejas primerizas que vienen para la primera ecografía de su bebe y a mujeres mayores que están llorando a sus esposos recién fallecidos. A veces, hasta en el mismo piso tenés las habitaciones de terapia intensiva y en la otra punta maternidad. Gente que está más cerca de la luz al final del camino que de escuchar ese vagido que indica el comienzo de una nueva vida.
En los hospitales muere gente todos los días, y nacen más personas con cada hora que pasa. Por día, vaya a saber uno cuantas enfermedades se diagnostican o cuantas personas gravemente heridas se computan. También están las personas que reciben la noticia de que ese pariente gravemente enfermo ya está estable o de que su enfermedad les está dando un respiro.
A veces ni siquiera es necesario entrar a un hospital para darse cuenta de esta ironía. Alcanza con pasar por la puerta para ver a la gente que se abraza llorando desesperadamente, a la que entra con globos y regalos en la mano y a la que habla por teléfono con la mano temblándole inevitablemente, solo por nombrar algunos ejemplos.
Cuando paso por la puerta de un hospital me parece injusto. Pensar que hay gente adentro que está peleando por su vida o por la de las personas a las que ama, y gente que llora de alegría porque ya se terminó su lucha o porque simplemente recibió una buena noticia. Me parece más que nada injusto que la gente que llora de tristeza tenga que ver pasar por adelante suyo a la gente que no puede estar más contenta.
Pero después me doy cuenta de que no es culpa de la pobre persona a la que le acaban de informar que su enfermedad no está tan grave como antes, o de que sus familiares se salvaron o de que su sobrino nació bien y está sano.
Capaz debería haber un hospital para las malas noticias y un hospital para las buenas noticias pero al fin y al cabo sería un despropósito. Además, es como que dentro de esa ironía que tienen los hospitales, hay cierto balance.
En un lado del pasillo están las personas que no saben cuando darán su último respiro, y del otro está la mujer que recibe en sus brazos a su hijo recién nacido. En un consultorio a una mujer le diagnostican una enfermedad terminal y en el de al lado le dicen a un tipo que está mejorando. En una sala de espera tenés a la gente que se come las uñas esperando a que le digan algo sobre ese familiar internado y a la gente que se acaba de enterar que la operación salió bien.
La gente se muere y es como que volviera a nacer. A uno le dan una buena noticia y a otro una mala. Todo en un mismo lugar. Es irónico, de eso no hay dudas. Pero, al final, los hospitales son unos de los pocos lugares que pueden captar tan bien las diferencias que ocurren día tras día en todos lados. Son como un recordatorio constante de lo que somos, de nuestros alcances y nuestras limitaciones. De todas esas cosas que olvidamos o silenciosamente nos negamos a aceptar.
"Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada" -Eduardo Galeano
lunes, 22 de junio de 2015
lunes, 15 de junio de 2015
Lección del día
La actitud todo lo puede.
No importa si se te cae la cae la cara a pedazos o si te pasan mil cosas, si le pones actitud al día y a las cosas, y es prácticamente imposible que se te de vuelta en contra.
Si no podés más, la mejor idea es hacer como que podés. Al principio capaz se te complica, pero le vas tomando la mano, y te acostumbras. Cuando te querés dar cuenta ya lo manejas y sí podés. Esto lo digo por experiencia.
Personalmente, me pasa mucho de ver a gente que no sé cómo hace para superar o lidiar con ciertas cosas que les pasan y que sé que, si me pasaran a mí, no las podría manejar. La respuesta siempre es: "Y, hay que ponerle onda"
Suena algo bastante normal u obvio pero a la larga, en la cotidianidad, es algo que se va perdiendo y que, al estar en la situación, es muy difícil de plantear.
Estoy segura de que no soy la única que alguna vez en su vida se encontró con un problema que no podía resolver mediante ningún medio. No hay nada útil, o a tu alcance que puedas hacer para resolver el conflicto. Y, si bien el problema no se soluciona por la actitud que le pongas, cambia la forma en la que vos ves y reaccionas ante el problema y eso ya es un avance.
No importa si se te cae la cae la cara a pedazos o si te pasan mil cosas, si le pones actitud al día y a las cosas, y es prácticamente imposible que se te de vuelta en contra.
Si no podés más, la mejor idea es hacer como que podés. Al principio capaz se te complica, pero le vas tomando la mano, y te acostumbras. Cuando te querés dar cuenta ya lo manejas y sí podés. Esto lo digo por experiencia.
Personalmente, me pasa mucho de ver a gente que no sé cómo hace para superar o lidiar con ciertas cosas que les pasan y que sé que, si me pasaran a mí, no las podría manejar. La respuesta siempre es: "Y, hay que ponerle onda"
Suena algo bastante normal u obvio pero a la larga, en la cotidianidad, es algo que se va perdiendo y que, al estar en la situación, es muy difícil de plantear.
Estoy segura de que no soy la única que alguna vez en su vida se encontró con un problema que no podía resolver mediante ningún medio. No hay nada útil, o a tu alcance que puedas hacer para resolver el conflicto. Y, si bien el problema no se soluciona por la actitud que le pongas, cambia la forma en la que vos ves y reaccionas ante el problema y eso ya es un avance.
miércoles, 3 de junio de 2015
#NiUnaMenos
Ni una menos porque estoy cansada de despertarme todas las mañanas y encontrarme con una nueva chica desaparecida, con una nueva chica inocente muerta, con una nueva chica violada. Porque, por pendejas y putas, se merecían eso. Chicas que tenían toda una vida por delante y que no merecían eso.
Ni una menos porque estoy cansada de ver a mujeres golpeadas. Cansadas de ver a mujeres que, por mujer e inútil, tiene que soportar ser golpeada o asesinada. Mujeres que tuvieron que ver como sus vidas se convertían paulatinamente en un infierno. Mujeres que viven presas del miedo y que conviven con la mentira.
Ni una menos porque soy mujer. Porque estoy harta de tener que cambiar la forma en la que me quiero ver para no "terminar mal". Porque estoy harta de no poder ponerme una pollera corta, no poder usar el escote que me gusta, no poder maquillarme, no poder verme como quiero. Todo porque soy "provocativa" porque supuestamente me lo merezco, porque parece que "me lo estoy buscando". Y porque, aparentemente, por eso me merezco que me acosen, que me abusen, que me violen, que me golpeen, que me secuestren y que me maten.
Ni una menos porque quiero un cambio. Quiero poder salir a la calle sin sentirme humillada y acosada por el obrero que me grita una guarangada. Quiero poder vestirme como yo quiera sin tener miedo de que violen. Quiero poder salir a bailar sin tener que ir preocupándome por todos los hombres que me rodean.
Ni una menos para que desaparezcan todos esos hombres, que por tipos, aparentemente tienen derecho al femicidio, a la trata de personas o al abuso de menores.
Ni una menos por Natalia, Erica, Daiana, Serena, Yamila, Melina, Candela, Ángeles, Paola, Martina, Catherine, Chiara, Lola, Andrea y toda esa infinidad de mujeres. Por todas ellas y por todas las que no conocemos que pasan por estas situaciones. Para que se haga justicia por todas ellas y por la vida que no pudieron tener.
Ni una menos por mi hermana, por mi mamá, por mi tía, por mi abuela, por mi prima, por mis amigas, por mi futura hija. Por todas ellas y por todas las mujeres que exigen el respeto que se merecen.
Ni una menos porque quiero poder vivir sin sentirme amenazada, sin sentirme constantemente perseguida, sin sentirme acosada o humillada. Porque quiero una mejor vida para mí y para todas.
Ni una menos porque significa justicia, libertad, respeto e igualdad.
Ni una menos porque estoy cansada de ver a mujeres golpeadas. Cansadas de ver a mujeres que, por mujer e inútil, tiene que soportar ser golpeada o asesinada. Mujeres que tuvieron que ver como sus vidas se convertían paulatinamente en un infierno. Mujeres que viven presas del miedo y que conviven con la mentira.
Ni una menos porque soy mujer. Porque estoy harta de tener que cambiar la forma en la que me quiero ver para no "terminar mal". Porque estoy harta de no poder ponerme una pollera corta, no poder usar el escote que me gusta, no poder maquillarme, no poder verme como quiero. Todo porque soy "provocativa" porque supuestamente me lo merezco, porque parece que "me lo estoy buscando". Y porque, aparentemente, por eso me merezco que me acosen, que me abusen, que me violen, que me golpeen, que me secuestren y que me maten.
Ni una menos porque quiero un cambio. Quiero poder salir a la calle sin sentirme humillada y acosada por el obrero que me grita una guarangada. Quiero poder vestirme como yo quiera sin tener miedo de que violen. Quiero poder salir a bailar sin tener que ir preocupándome por todos los hombres que me rodean.
Ni una menos para que desaparezcan todos esos hombres, que por tipos, aparentemente tienen derecho al femicidio, a la trata de personas o al abuso de menores.
Ni una menos por Natalia, Erica, Daiana, Serena, Yamila, Melina, Candela, Ángeles, Paola, Martina, Catherine, Chiara, Lola, Andrea y toda esa infinidad de mujeres. Por todas ellas y por todas las que no conocemos que pasan por estas situaciones. Para que se haga justicia por todas ellas y por la vida que no pudieron tener.
Ni una menos por mi hermana, por mi mamá, por mi tía, por mi abuela, por mi prima, por mis amigas, por mi futura hija. Por todas ellas y por todas las mujeres que exigen el respeto que se merecen.
Ni una menos porque quiero poder vivir sin sentirme amenazada, sin sentirme constantemente perseguida, sin sentirme acosada o humillada. Porque quiero una mejor vida para mí y para todas.
Ni una menos porque significa justicia, libertad, respeto e igualdad.
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