Empezar una serie y buscar en internet qué le pasa a ese personaje. Agarrar un libro y sin querer desviar los ojos a la última frase del capítulo. "Cerrá los ojos" y caminar a tientas, pero abriendo justo lo suficiente como para ver a través de las pestañas. Como si no se pudiese evitar, un acto reflejo.
Las sorpresas tienen eso. A todos les gustan las sorpresas. Pero nos gustan cuando están terminadas. Cuando pasas de la incertidumbre y del no saber cómo va a terminar, a ver el resultado si es que nos hace más felices. A nadie le gusta la primera parte. Esa adrenalina de sospechar sin saber, la ansiedad de querer ver el final ya, la incertidumbre sobre cómo va a terminar.
Como cuando empezás a ver una película romántica y te imaginás que los primeros personajes principales claramente van a terminar juntos. La van a pasar mal y hasta en algún momento vas a llegar a pensar que capaz no. Pero llega el final y la mayoría de las veces se cumple la predicción y la pareja prueba ser más fuerte que todos esos idas y vueltas y te deja pensando que vivieron en el famoso "felices para siempre". Le pueden decir "cliché", irrealista y todo lo demás pero no hay nada peor que empezar una película esperando el final feliz y terminar en un baño de lágrimas. Es como empezar una película drámatica sólo para descubrir que al final no está el drama. O una película de superhéroes donde gane el villano, un thriller sin suspenso o una comedia sin risa.
La expectativa está siempre. Comprás un libro esperando, en realidad parcialmente sabiendo, que va a terminar de cierta manera. Un final supuestamente sorprendente pero que en realidad de sorpresa no tiene nada porque aunque no lo leas antes de empezar, sabés qué es lo que va a pasar. Y cuando no se cumple ese final la mayoría de las veces nos decepcionamos porque no cumple.
Sí, la sorpresas tienen eso. Generan expectativa. Generan que la cabeza trabaje a mil pensando qué es lo que está adelante de esos ojos parcialmente cerrados que intentan tomar pistas que les ayuden a adivinar. Porque a nadie le gusta esperar, a nadie le gusta no saber. Todos quieren el final y quieren el final que ellos esperan.
Todo es una gran sorpresa. Te despertás sabiendo, aunque en realidad sospechando, qué es lo que va a pasar la hora siguiente, o la otra o al final del día. Pero nunca sabés si van a llegar una de esas cosas que te sorprenden de verdad porque llegan de la nada y no tenés tiempo ni de cerrar los ojos ni de sufrirlas ni de pensarlas. En la vida no hay oración al final del capítulo, ni final de temporada, ni speech de voz en off mientras se va poniendo en negro la pantalla.
La vida es un constante caminar con los ojos cerrados, intentando adivinar que es lo que va a pasar después aunque sin saber con seguridad. Es adrenalina, incertidumbre y expectativa. La diferencia con los libros y las películas, es que el desafío está en encontrar la satisfacción en el camino ciego porque cuando llega el desenlace la sorpresa en realidad ya la viviste.